El lenguaje de cualquiera comunidad hablante se nos presenta siempre como un complicado sistema de señales, como una estructura firme y estable de hábitos léxicos y gramaticales. Esto, sin embargo, es una ilusión, pues todo idioma en cualquier momento es un constante proceso de incesante cambio lingüístico.
El maya del Diccionario de Motul es diferente al idioma que hablan los aborígenes peninsulares de hoy. Si hay considerable diferencia entre el diccionario nombrado, escrito a fines del siglo XVI y el yucateco moderno, con mucha razón la debe haber entre el de Motul y el idioma de los códices, que fueron escritos, según indicios calendáricos, probablemente alrededor del siglo XII de nuestra Era; y, si tomamos en cuenta que el calendario Maya con sus glifos correspondientes, fue perfeccionado, según Spinden, antes de la cuenta moderna de nuestros tiempos, resulta probable que el valor fonético o silábico de cada glifo haya sido determinado aproximadamente 500 años antes de Jesucristo.
Es probable que la lengua en que fueron escritos los códices, no sea ninguna de las lenguas mayenses que actualmente se hablan, sino un derivado esotérico de una lengua arcaica que podemos llamar "protomaya", desaparecida o en vísperas de desaparecer en la época de Landa, pero cuyos vocablos, o cuando menos parte de ellos, se encuentran dispersos, algunos cambiados fonética o semánticamente, en los diferentes dialectos que nacieron de esa remota lengua.
Hay varias fuentes históricas que nos informan de la existencia de un lenguaje misterioso o sagrado llamado Zuyua, que era hablado por determinado grupo social en Mesoamérica.
Es obvio que mientras más antiguos sean los registros escritos o hablados de las lenguas mayas que se estudian, estaremos más cerca de las fuentes lingüísticas de los códices. Dicho de otra manera, los vocablos de la lengua original ya mencionada hay que buscarlos en el yucateco antiguo, el mam, el huasteco, el tzotzil, etc., por eso en la lectura nos encontramos con palabras pertenecientes a las lenguas ya citadas.
El maestro Alfredo Barrera Vázquez desde el año de 1930 nos dice: "Ha sido un error tomar el Maya de Yucatán como lengua única que nos pudiera dar el significado de todos los nombres relacionados con la religión y otros aspectos de la cultura del Grupo Maya peninsular".
A pesar de todas las imperfecciones, interpretaciones falsas u omisiones, algunos consideran hasta el presente momento que el llamado Alfabeto de Landa es la piedra de Rosseta para el desciframiento de los jeroglíficos, además en su famosa obra éste cronista da un material precioso, que estudiado a fondo ilumina la densa obscuridad que envolvía los signos hieráticos. Esto no quiere decir que nada más con estos elementos se pueda lograr el fin que se persigue, pues felizmente hay otras cosas, vocabularios, etc., que son muy valiosos en las investigaciones.
Las dificultades con las que se descifre son grandes, variadas y numerosas; algunas de ellas las señala el Profesor. Barrera Vázquez cuando dice: "El estudio de los textos mayas ha tenido que enfrentarse a obstáculos como el de que casi toda palabra tenga varios significados; el de que los diccionarios no traigan todas las formas léxicas que aparecen en los textos... el de que ciertas frases, a la fuerza de rebuscamientos para esconder el pensamiento original al intruso de ocasión, estén asentadas en forma anómala y que desconcierta al lingüísta" (Libro de los libros de Chilam Balam 77pp.).
Entre los primeros cronistas que dieron al Mundo noticias claras y determinadas sobre el idioma y la escritura de los antiguos mayas se distingue en gran forma, sobresaliendo de todos, Fray Diego de Landa, que en su "Relación de las Cosas de Yucatán" nos pone en contacto directo con la escritura maya.
A través de los años transcurridos, estudiosos tanto de México como de Mérida han llevado a cabo buenos trabajos sobre el desciframiento o interpretación de la escritura jeroglífica maya, pero, siendo estudios aislados, poca resonancia o trascendencia tienen, ya que son trabajos separados unos de otros y carecen de la cualidad o calidad del trabajo en conjunto.
En la ciudad de Juiz de Fora, Brasil, hay un equipo de estudiosos de las ciencias antropológicas que se dedica al estudio e interpretación de la escritura hierática de los mayas. El equipo lo lidera el profesor Franz J. Hochleitner, nacido en Austria pero naturalizado brasileño.
El grupo de mayistas brasileños viene a sumarse a los que trabajan en Alemania, la Unión Soviética, Estados Unidos, Inglaterra, etc., en los trabajos de descifre de la escritura jeroglífica maya.
Es bien sabido que la escritura, producto cultural, es un sistema para fijar objetivamente uno o varios aspectos del lenguaje, por lo que es posible que pueda analizarse utilizando procedimientos lingüísticos. Escalante y Deville han asentado en uno de sus trabajos el siguiente párrafo:
"Toda forma gráfica de representar el lenguaje, ya sea alfabética, pictográfica, ideográfica, etc., mantiene las mismas relaciones internas que caracterizan al sistema del lenguaje en cuestión, por lo que es susceptible de ser analizada por medio de procedimientos lingüísticos".
El método utilizado combina en uno solo dos métodos: "Inductivo" (estudio del sistema en sí) y "Deductivo" (estudio del sistema comparándolo con idiomas posiblemente representados). Ventris divide en tres pasos su método: Análisis, Sustitución y Comprobación.
El análisis se concibe como una segmentación del texto, clasificando y describiendo los segmentos resultantes, por lo que es necesario conocer y catalogar los signos del sistema de escritura, así como tener una hipótesis del tipo de la misma. Es primordial saber el número de signos, la evolución del sistema, porcentaje de signos alfabéticos, silábicos, pictográficos, determinativos, etc. La estructura que se encuentre en el sistema de escritura debe coincidir o corresponder a una estructura lingüística.
La relación que tenga el sistema de escritura estudiada es de gran ayuda para determinar el significado de los grupos de grafías. El estudio del simbolismo de la cultura a la cual pertenece la escritura ayuda grandemente para determinar el significado de los signos.
Uno de los puntos fuertes del sistema de descifre que siguen Ventris y Escalante se basa en el estudio de los fonemas. Fonema es un sonido simple que tiene significado. E. Alarios Llorach escribió en 1961:
"Para establecer el inventario de los fonemas en una lengua, y, por tanto, su sistema, hay dos momentos necesarios en el análisis: la conmutación (que consiste en sustituir un trozo fónico de un significante por otro trozo existente en la misma lengua, de modo que el resultado evoque una significación diferente, esto es, que sea el significante de otro signo), que nos permite separar los elementos distintivos, y luego la identificación de las variantes de un mismo fonema, teniendo en cuenta su distribución (unas aparecen en una posición, otras en otra), su aparición en las diversas posiciones silábicas... y no olvidando nunca el criterio de la similitud fonética. En teoría, habría que efectuar la conmutación tantas veces como fuera necesaria para distinguir cada fonema de todos los demás del mismo sistema. En la práctica basta cotejar cada uno de los fonemas cuya realización fonética es más cercana".
Refiriéndonos a la escritura jeroglífica de los mayas, algunos aspectos del Método de Escalante han sido empleados. Se ha visto que las dos, tres o cuatro secciones de cada página de los códices no están relacionadas entre sí, sino que siguen o continúan en la secuencia de páginas anteriores o posteriores respectivamente. Es decir, la primera sección de una página dada es continuación o principio de la primera sección de página o de páginas anteriores o posteriores.
El sistema lingüístico para descifre preconizado por Ventris y Escalante concuerda con el llamado Sistema de Mérida aplicado a los jeroglíficos mayas, cuyo iniciador principal fue el desaparecido Wolfang Cordan, investigador alemán que vivió mucho tiempo en tierras yucatecas.
En las últimas décadas numerosos investigadores, utilizando métodos inductivos, deductivos, estadísticos, etc., que actualmente en general podemos llamar "manuales", han efectuado con éxito trabajos de descifre. En lo que a glifos mayas se refiere, destacan entre los principales J. Eric S. Thompson y Yuri Hnorosov que polarizan hacia sus trabajos fuertes corrientes de los estudiosos interesados en la materia.
Los jeroglíficos mayas son verdaderas obras de caligrafía.
Están generalmente en unión de otros dentro de cartuchos constituidos por un glifo principal y afijos que se anteponen, sobreponen superior o inferiormente, generalmente dejando oculta alguna parte del contiguo. Los afijos están ópticamente subordinados al glifo principal y complementan a éste con un adjetivo, adverbio, preposición o sufijo verbal, mientras que el glifo principal corresponde a una raíz verbal o sustantivo.
En ocasiones el afijo queda en el mismo elemento central. En éste caso se le llama infijo. Así como hay composiciones típicas de glifos que tienen un significado, también existen secuencias de glifos que se repiten sistemáticamente y constituyen una clásula significativa.
El orden de lectura de los glifos individualmente, es de la esquina superior izquierda a la inferior derecha. En la secuencia de glifos dentro de un grupo, se lee por pareja de columnas, de arriba a abajo y de izquierda a derecha. Existen infinidad de estudios en los que se dan traducciones precisas de los jeroglíficos mayas, aunque existen discrepancias entre los mayistas.
La escritura maya, se compone de ideogramas (palabras), fonogramas (glifos silábicos y fonemas) y glifos semánticos.
La escritura maya es la única que desarrollo una notación matemática sobre el principio de valor posicional, que es también utilizado por nosotros. Además los textos jeroglíficos de la escritura maya están escritos de manera muy compacta en línea y columnas y a menudo aparecen absolutamente desligados de cualquier grafica explicativa.
Los números se escribían por medio de puntos y barras, los primeros con valor de uno y los segundos con valor de cinco, escribían con ellos cantidades de 0 a 20 y se representaba el cero por medio de un caracol cortado o una concha, en tanto que el 20 se podía representar por el glifo “A” equivalente al glifo lunar y a la luna llena.
En la aritmética maya de puntos y barras los valores más bajos se escriben en la parte inferior y sólo podían valer de 1 a 20, o unidades del primer orden, en tanto que siguiendo el sistema de posiciones se ascendió a cantidades mayores y así los numerales escritos en segunda posición valían de 20 a 400 o unidades de segundo orden y los de tercer orden valían de 400 a 800. Los mayas fijaron la posición exacta del cero.
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