viernes, 26 de agosto de 2011

Historia del examen de documentos

            El examen de documentos tal como la conocemos hoy, data de fines del siglo pasado. Su desarrollo tanto en el campo como en la aceptación por las cortes, es principalmente debida a los esfuerzos de un americano, Alberto S Osborn y un inglés, Wilson R. Harrison. Sus textos "Documentos Cuestionados” y  "Documentos Sospechosos" todavía son considerados por examinadores de documentos contemporáneos como trabajos definitivos en la materia. 
 
            En el libro, "La Ley de Documentos Disputados y Falsificados", J. Newton Baker establece que "la falsificación se practicó desde los tiempos más tempranos en cada país donde  escribir era el medio de comunicación." 
 
            Era un negocio muy lucrativo para algunos individuos. Tito fue un hábil falsario de su época. Cicerón gruñía a Antonio por obtener ganancias imitando firmas.
 
            Bajo la Ley Romana, el Código de Justiniano en el año 539 después de Cristo, expresaba claramente la regla para la identificación y comparación de manuscritos: “La comparación de manuscritos sólo se hará en el caso de documentos públicos, y en el caso de instrumentos privados donde la parte adversa pueda emplearlos para su propio beneficio.

            El sistema temprano de derecho consuetudinario inglés no proporcionó semejante acercamiento liberal a la introducción de documentos como evidencia, con fines de comparación con un documento disputado. De hecho, Alberto S. Osborn en su libro "Documentos Cuestionados" sugiere que no fue como resultado de un proyecto, sino como consecuencia de las circunstancias y condiciones, que la ley inglesa favoreció por muchos años la falsificación. El gran periodo de analfabetismo en la historia inglesa promovió una atmósfera de  misticismo asociado con la palabra escrita. Tanto que por muchas generaciones la ley inglesa de “comparación de manos" no sólo era ilegal sino que se tradujo como algo altamente impropio. La ley afirmó positivamente que los manuscritos no podían identificarse. 
 
            Esta actitud pudo haber sido influenciada por un caso donde la comparación de letra se admitió como evidencia en el juicio del Coronel Algeron Sidney. Un libro que se había encontrado en el armario del acusado fue ofrecido como evidencia ya que contenía la presunta escritura  del acusado. Ello no se demostró por  el testimonio de ningún testigo. Algunos testimoniaron que era como alguna escritura que habían visto escribir con su mano unos veinte años antes. Esta escritura fue leída y comparada por el jurado. Desgraciadamente para Sidney este último lo encontró culpable y lo sentenció a muerte; la misma se produjo en 1694. Este tipo de evidencia  nunca se había permitido antes en un caso delictivo. 
 
            Una acción del Parlamento cinco años después de la ejecución de Sidney hizo que el dictamen fuera nulo, dado que los escritos habían sido comparados con textos cuya pertenencia no estaba demostrada y que la mera similitud de manuscritos mostrada al jurado sin  la coexistencia de testimonios, era insuficiente. 
 
            Alrededor de 1854 el sistema lento y formal de la justicia británica comenzó a cambiar. Se permitió la comparación de textos manuscritos en causas civiles. Cerca de 1865 se levantaron todas las restricciones que no permitian las comparaciones aludidas. 
 
            Con estos comienzos se desarrolló la ciencia del examen del documento. 

Alcances y Limitaciones
            Los antecedentes históricos y legales que finalmente llevaron a que el examen o la  evidencia de documentos fuera aceptada por las cortes, surgió como producto de la fiabilidad y repetición de resultados obtenidos por practicantes de buena fe. 
 
            El examen de documentos tiene como finalidad establecer la autenticidad o falsedad, autoría o procedencia de escrituras manuscritas,  mecanografiadas, impresas con distintas técnicas y/o el análisis de cualquier irregularidad que se hubiese cometido con ellos.

            Usualmente tales estudios conducen a la concreción de un peritaje respecto de, entre otros, los siguientes interrogantes:

        a. Autenticidad o falsedad de firmas.
        b. Procedencia de firmas falsas.
        c. Procedencia de escrituras manuscritas en documentos diversos.
        d. Adulteración de documentos por medio de lavado químico, mecánico, interpolación,
            agregado, etc.
        e. Adulteración de documentos que acreditan identidad y otros.
        f. Falsificación de billetes nacionales, dólares y otros.
        g. Falsificación de especies valoradas.
        h. Identificación de máquinas de escribir convencionales y eléctricas y exámenes de cintas usadas.
        i. Establecer si un documento fue mecanografiado en tiempos diferentes.
        j. Autenticidad o falsedad de timbrajes de cuño seco.
        k. Autenticidad o falsedad de placas patentes.
        l. Determinar autenticidad o falsedad de documentos impresos (carátulas de video,
          fonogramas, libros, etc.)
       m. Autenticidad o falsedad de timbre.
        n. Reconstitución de escrituras por presión.
        ñ. Análisis de tintas, papeles y otras substancias que se combinan en los documentos;  
        o. Reconstrucción de documentos rotos y/o quemados, donde aparece el contenido de un texto escrito.
         p. En general, cualquier duda que surja en el desarrollo de una investigación y que incida en un documento.

            El éxito de una labor sobre estas especialidades periciales, radica, entre otras, en la obtención de muestras adecuadas que se ajusten a las siguientes normas :

           Emplear papel y elemento escritor análogo al sospechoso.

         Realizar un párrafo introductorio, con letra normal del otorgante y luego dictar repetidamente el texto dudoso con el tipo de letra respectivo, a distintas velocidades, no debiendo mostrarse el documento investigado al otorgante.
     En el caso de documentos mecanografiados,  tomar una muestra de la máquina sospechada, debidamente individualizada, en la que se incluya  repetidas veces el teclado completo y luego las expresiones en duda.
           
            La mayoría de los trabajos emprendidos por los examinadores de documentos se relaciona con la identificación de la letra y las firmas. Los primeros examinadores eran conocidos como "expertos en manuscritos" ya que su trabajo se centraba fundamentalmente en la letra y exámenes de la firma. Hoy día están especializados en todas las facetas del examen.

             En algunos países extranjeros una vez que el examinador ha completado el entrenamiento básico, puede especializarse en un área particular como ser el estudio de textos mecanográficos o el análisis de tintas. Tanto en Australia como en  Nueva Zelandia, por ejemplo, hay poca especialización debido a la aguda escasez de examinadores entrenados para la carga estandard de trabajo. 
 
            Es importante tener una comprensión  básica de lo que implica la identificación de escrituras o firmas y los principios de tales identificaciones.                             

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